Curro Díaz, clásico
El jiennense cuaja una gran faena en la despedida de El Cordobés, y pide sitio en las ferias para la temporada que viene
Y El Cordobés se retiró de los ruedos con apellido y con fortuna

El domingo pasado, concluía prácticamente la temporada taurina europea y los focos periodísticos se centraban en varios cosos: en Jaén, toreaba por última vez Manuel Díaz, El Cordobés, con la ilusión cumplida de que le cortara la coleta su padre, Manuel Benítez. En Istres, ... triunfaba en su debut con picadores, aunque flaqueó con la espada, el niño prodigio Marco Pérez, que tiene ya 16 años. En el festival de Sevilla, confirmaba Borja Jiménez -que sustituía a Morante - la justicia de su éxito en Las Ventas y quedaba colocado como gran esperanza, para la próxima temporada. En Zaragoza, concluía la Feria del Pilar con un nuevo éxito de Diego Ventura, indiscutible número uno del rejoneo.
La mejor noticia taurina, para mí, ha sido la faena cumbre de Curro Díaz en Jaén. Entró como sustituto, tuvo la suerte de que le tocara un gran toro del Parralejo, premiado con la vuelta al ruedo, lo cuajó plenamente, mató de una estocada y cortó merecidamente un rabo.
Quiero subrayar que enloqueció al público sin dar chicuelinas, ni zapopinas, ni muletazos cambiados por la espalda, ni circulares invertidos, ni manoletinas, ni bernadinas, ni se puso de rodillas, ni asustó con el encimismo, ni toreó mirando al tendido, ni provocó al público agitando triunfalmente los brazos…
¿Qué hizo, entonces, Curro Díaz? Sencillamente, el toreo clásico: verónicas, medias verónicas, ayudados por bajo, derechazos, naturales y la estocada. ¿Es suficiente con eso? ¡Por supuesto que sí! Cuando se realiza con mando, con temple, con suavidad, con hondura, con naturalidad, con gusto, basta y sobra para enloquecer al público, por muy acostumbrado que esté a sucedáneos y manierismos efectistas.
No es ninguna novedad decir que Curro Díaz es capaz de torear muy bien. Cualquier aficionado lo sabe. Sí puede serlo que, a sus 49 años, no se contente con detalles estéticos, sino que logre una faena redonda, completa. Si hubiera mantenido siempre ese nivel, sería hoy una primera figura. Mientras sea capaz de hacerlo, no debe faltar en los carteles de las grandes Ferias.
Lo mejor es comprobar que no es necesario recurrir a efectismos para triunfar; que sigue emocionando a los públicos la verdad del toreo clásico: «el que nunca pasa de moda» (Antonio Ordóñez); «el que siempre vuelve» (Pepe Luis Vázquez).
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